31 de agosto de 2011

¿A QUÉ SABE EL PECADO?

Llego al colegio de monjas a las 7 de la mañana con el descuido perfecto y natural de una niña de 9 años. Corro mientras me arreglo camisa, falda, medias, colitas antes que sea una pecadora... NO! mejor corro mientras saco el librito de catesismo para ser menos pecadora o NO! creo lo más conveniente rememorar los juegos, lo que vi y lo que dejé de ver, lo que canté y susurré; me consumo en el detalle y alisto lo que debo y  NO debo contar para salir menos ajusticiada, y ahora sí, no ser PECADORA!

Colegio inquisidor de monjas quienes se la pasaban husmeando los pecados que pudieran encontrar en las niñas de primaria; "Oh no! hay que impedir la herejía antes que sea tarde". Nosotras, un grupillo algo "inquieto", nos escapábamos para lograr entrar en las habitaciones de nuestras "humanas educadoras de la fe" con el fin de descubrir y perpetuar el mito que existía entre la comunidad estudiantil: Una  versión era que las monjas no tenían cabellos sino bichitos en la cabeza. La otra idea, más que una versión, era una pregunta: ¿qué podían hacer las monjas con tantas horas de aburrimiento en un cuarto llenos de santos?. Las "señoritas" (como se les tenía que llamar a las maestras no tan "señoritas") se reían entre ellas con tono de burla sobre los novios santos que las monjas pudieran tener de acuerdo a su carácter o su condición. La verdad, es que todo me parecía cruel e inseguro.

Nunca pudimos despejar tales mitos, cada una de nosotras se llevó una vaga idea distinta; la mía se resume en el PECADO. Apenas empezaba a pronunciar palabras cuando me dijeron que estaba comiendo PESCADO... ay me asusté! creí que también era PECADO comer PESCADO.

Sin embargo, a lo largo de la historia, no sólo la iglesia ha castrado las maneras de vivir de sociedades y culturas enteras, creo que las decisiones individuales tienen gran parte de responsabilidad a la hora de transformar los adoctrinamientos que nos son impuestos. Más allá de la obligada y cultural sumisión, existe las patologías de cómo debemos asumir los hechos que se nos presenten.

Podemos pasarnos la vida ¡hartas! de las órdenes; cómo, cuándo y dónde comportarnos, qué o cómo decir (nuestras) verdades  ¡susto!

Aclaremos pues: El amor, la solidaridad y la lealtad deben ser los principios de nuestros modos y maneras de hacer y/o decir las cosas. No quiero caer en permanentes epítetos de palabras, son demasiadas hermosas para transformarlas si vienen cargadas de verdades. Sin embargo, las reacciones  ante los modos de "decir las cosas" están marcadas por experiencias individuales acompañados con la fortaleza del ejercicio "lo hago porque quiero" y no "porque debo hacerlo". Esta es, precisamente, la incansable lucha de todos los días: HACER PORQUE QUIERO.

Un día que quiera, me quedaré en casa porque quiero, y comeré lo que quiero, a la hora que quiera. Salgo si quiero o no salgo si no quiero...

En fin, con mucho amor y sin daños a terceros seré  una PECADORA!

30 de agosto de 2011

POLO DE LA SOLEDAD

Quiero ser la soledad quiero ser la soledad
porque sólo estoy contigo
si estoy solo eres mi abrigo si estoy solo eres mi abrigo
solo yo te quiero más
Cuando yo te quiero ver cuando yo te quiero ver
cierro los ojos y te desnudo con el pensamiento 
muerdo tus labios bebo tu aliento
y no logro entender por qué estoy solo 
Despreciame mujer que tu desprecio
es como un fuego que aumenta mi pasión
cuando estoy solo le grito al corazón
que me amarás al tenerte en mi lecho
Se me van todos los besos con tu amarga despedida
También  llévate mi vida para olvidar tu regreso
 
Letra: Iván Pérez Rosi