6 de noviembre de 2013

Una mañana perfecta...


Se asoma una mañana perfecta 
siete campanadas que envuelven tus soles hechiceros 
y al lecho que nos acunó como celestina
Solo con tu imprudente forma de abordar mi boca
la espesa neblina cubre las miradas de montañas sonrojadas.
No hay manera de removerme 
No hay razones para respirarte sin la necesidad eterna 
de un escalón a mi cielo, quieto, momentáneo, dulce y anejo.
Me condeno no morder toda tu estatura
con la misma fuerza que el cóncavo se libera para tomarte.
Es una ironía ésta,
pero tu sensatez hacia mis sentidos se sondea cuando llegaste de paraulata sorpresa .
Veo los años transcurridos como un juego de obstáculos
y agradezco culminarnos con besos escritos sobre la naturaleza de sabernos siempre.
Tú, figura hecha de candil mariposas.
Ahora, toma con tus firmes dedos oriundos europeos
la pluma que nos atrapó y que te mece en mi cintura
sin dejar escapar una sola letra que no sea cónsona y viviente
de una mañana perfecta.

12 de septiembre de 2013

Sobre la tía Magdalena de Mastretta




Ángeles Mastretta
 
Un día el marido de la tía Magdalena le abrió la puerta a un propio que llevaba una carta dirigida a ella. Nunca habían tenido secretos y era tal la simbiosis de aquel matrimonio que ahí las cartas las abría uno aunque fueran dirigidas al otro. Nadie consideraba eso violación de la intimidad, menos aún falta de educación. Así que al recibir aquel sobre blanco, tan planchado, con el nombre de su mujer escrito por una letra contundente, lo abrió. El mensaje decía:

Magdalena: 

Como siempre que hablamos del tema terminas llorando y te confundes en la locura de que nos quieres a los dos con la misma intensidad, he decidido no volver a verte. No creo imposible deshacerme de mi deseo por ti, alguna vez hay que despertar de los sueños. Estoy seguro que tú no tendrás grandes problemas olvidándome. Acabar con este desorden nos hará bien a los dos. Vuelve al deber que elegiste y no llames ni pretendas convencerme de nada. 
Alejandro. 

P.D.: Tienes razón, fue hermoso.

El marido de la tía Magdalena guardó la carta, le puso pegamento al sobre y lo dejó en la charola del correo junto con el recibo del teléfono y las cuentas del banco. Estaba furioso. La rabia le puso las orejas coloradas y los ojos húmedos. Entró a su despacho para que nadie lo viera, por más que no había nadie en la casa. Su mujer, las nanas y los niños se habían ido al desfile del 5 de mayo para celebrar el recuerdo del día en que los “zacapoaxtlas” le restaron prestigio a Napoleón.

Sentado en la silla frente a su escritorio, el hombre respiraba con violencia por la boca. Tenía las manos sobre la frente y los brazos alrededor de la cara. Si algo en la vida él quería y respetaba por encima de todo, eran el cuerpo y la sabiduría de su mujer. ¿Cómo podía alguien atreverse a escribirle de aquel modo? Magdalena era una reina, un tesoro, una diosa. Magdalena era un pan, un árbol, una espada. Era generosa, íntegra, valiente, perfecta. Y si ella alguna vez le había dicho a alguien te quiero, ese alguien debió postrarse a sus pies. ¿Cómo era posible que le hiciera llorar?

Bebió un whisky y luego dos. Pegó contra el suelo con un palo de golf hasta desbaratarlo. Se metió veinte minutos bajo la regadera y al salir puso en el tocadisco al Beethoven más desesperado y cuando su mujer y los niños entraron en la casa, dos horas después, estaba disimuladamente tranquilo. 

Se había asoleado, todos tenían las cabezas un poco desordenadas y las mejillas hirviendo. La tía Magdalena se quitó el sombrero y fue a sentarse junto a su marido.

-¿Te sirvo otro whisky?- dijo tras besarlo como a un hermano.
-Ya no, porque vamos a comer en casa de los Cobián y no me quiero emborrachar.
-¿Vamos a comer en casa de los Cobián? Nunca me dijiste.
-Te digo ahorita.
-“Te digo ahorita”. Siempre me haces lo mismo.
-Y nunca te enojas, eres una esposa perfecta.
-Nunca me enojo, pero no soy una esposa perfecta.
- Sí eres una esposa perfecta. Y sí tráeme otro whisky.

La tía caminó hasta la botella y los hielos, sirvió whisky, lo movió, quiso uno para ella. Cuando lo tuvo listo, volvió junto a su marido con un vaso en cada mano. De verdad era linda la tía Magdalena. Era de esas mujeres bonitas que no necesitan nada para serlo más que levantarse en las mañanas y acostarse en las noches. De remate, la tía Magdalena se acostaba a otras horas llena de pasión y culpa, lo que en los últimos tiempos le había dado una firmeza de caminado y un temblor en los labios con los que su tipo de ángel ganó justo la pizca de maldad necesaria para parecer divina. Fue a sentarse a los pies de su marido y le contó los ires y devenires del desfile. Le dio la lista completa de quienes estaban en los palcos de la casa del círculo español. Después le dibujó en un papelito un nuevo diseño para la vajilla de talavera que podría hacerse en la fábrica. Hablaron largo rato de los problemas que estaban dando los acaparadores de frijol en el mercado La Victoria. Durante todo ese tiempo, la tía Magdalena se sintió observada por su marido de una manera nueva. Mientras hablaba, muchas veces la interrumpió  para acariciarle la frente o las mejillas, como si quisiera detenerle cada gesto de júbilo. 

-          Me estas mirando raro – le dijo ella una vez.
-          Te estoy mirando – contestó él.
-          Raro – volvió a decir la tía.
-          Raro – asintió él y continuó la conversación.

¿Cómo había alguien en el mundo capaz de permitirse perder a esa mujer? Debía estar loco. Empezó a enfurecerse de nuevo contra quien mandó esa carta y de paso contra él, que no la había escondido siquiera hasta el día siguiente. Así su mujer la encontraría durante la mañana, cuando ni él ni los niños estorbaran su tristeza. Entonces se levantó del sillón alegando que ya era tarde  y mientras la tía Magdalena iba a pintarse los labios, él caminó al recibidor y quitó la carta de la charola del correo. La mesa sobre la que estaba era una antigüedad que había pertenecido a la bisabuela de la tía Magdalena. Tenía un cajón en medio al que la polilla se colaba con frecuencia. Ahí metió la carta y respiró, feliz de postergarle el problema a su mujer. Gracias a eso pasaron una comida apacible y risueña.
El lunes, antes de irse a la fábrica, puso la carta encima de todas las demás.
La tía Magdalena había amanecido radiante.

-          Debe ser porque nos vamos – pensó el marido.

Y en efecto, a la tía Magdalena le gustaban los días hábiles. Quién sabe a qué hora ni cómo se encontraba con el torpe aquel, pero de seguro era en los días hábiles. Cuando se despidieron, él dijo como de costumbre: “Estoy en la fábrica por si algo necesitas”, y la besó en la cabeza. Entonces ella dio el último trago a su café y mordió la rebanada de pan con mantequilla del que siempre dejaba un pedacito, atendiendo a quién sabe qué disciplina dietética. Luego se levantó y fue en busca del correo.

Entonces dio con la carta. Se la llevó al baño de junto a su recámara que todavía era un caos de toallas húmedas y pijamas recién arrancadas. Sentada en el suelo, la abrió. No le bastaron las toallas para secarse la cantidad de lágrimas que derramó. Se tuvo lástima durante tanto rato y con tal brío que la cocinera no la saca del precipicio para preguntarle qué hacer de comida hubiera podido convertirse en charco. Contestó que hiciera sopa de hongos, carne fría, ensalada, papas fritas y pastel de queso, sin dudar ni desdecirse y a una velocidad  tal que la cocinera no le creyó. Siempre pasaban horas confeccionando el menú y ella había contagiado a la muchacha de sus manías: 

-          La sopa es café y la carne también – dijo la cocinera segura de que habría un cambio.
-          No importa – le contestó la tía Magdalena, aún poseída por un dolor de velorio.

Su marido regresó temprano del trabajo, como cuando estaban recién casados y a ella le daba catarro. Llegó buscándola, seguro de que la pena la tendría postrada fingiendo algún mal. La encontró sentada en el jardín, esperando su turno para brincar la reata en un concurso al que sus dos hijas  y una prima le concedían rango de olímpico. Estaba contando los brincos de su hija que iba por ciento tres. Las otras dos niñas tenían la reata una de cada punta y la movían mientras contaban, perfectamente acopladas.

-          Juego de mujeres – dijo el marido, que nunca le había encontrado chiste brincar la reata.
La tía Magdalena se levantó a besarlo. Él puso el brazo sobre sus hombros y la oyó seguir contando los brincos de la niña:
-          Ciento doce, ciento trece, ciento catorce, ciento quince, ciento dieciséis… ¡Pisaste! – gritó riéndose – Me toca.

Se separó de su marido y voló al centro de la cuerda. Le brillaban los ojos, tenía los labios embravecidos y las mejillas más rojas que nunca. Empezó a brincar en silencio, con la boca apretada y los brazos en vilo, oyendo solo la voz de las niñas que contaban en coro. Cuando llegó al cien, su voz empezó a salir como un murmullo en el que apoyaba para seguir brincando. El marido se unió al coro cuando vio a la tía Magdalena  llegar al ciento diecisiete sin haber pisado la cuerda. Acunada por aquel canto la tía brincó cada vez más rápido. Pasó por el doscientos como una exhalación y siguió brinca y brinca hasta llegar al setecientos cinco.

-          ¡Gané! – gritó entonces - ¡Gané! – y se dejó caer al suelo alzándose un segundo después con el brío de una llama-. ¡Gané! ¡Gané! – gritó corriendo hasta donde estaba su marido.
-          Afortunada en el juego, desafortunada en el amor – dijo él.
-          Afortunada en todo - contestó ella jadeante -. ¿O me vas a salir tú también con que ya no me quieres?
-          ¿Yo también? – dijo el marido.
-          Esposo, eres un violador de correspondencia y usaste un pésimo pegamento para disimularlo – dijo la tía Magdalena.
-          En cambio tú disimulas bien. ¿No estás muy triste?
-          Algo – dijo la tía Magdalena.
-          ¿Si yo me fuera podrías brincar la reata? – preguntó él.
-          Creo que no – dijo la tía Magdalena
-          Entonces me quedo – contestó el marido, recuperando su alma. Y se quedó.  

5 de junio de 2013

RENACER


"La historia busca el verso emotivo
que nace del amor rebelde
ella es amiga de aquel aguerrido
que con hambre ríe siempre "
Solimar Cadenas


Y un día renací
Cuando lo vi cantándole al sol
cantándole al viento
cantándole a  mi amor

Qué curiosa manera que tienes de enaltecer
a los crepúsculos escondidos tras los sueños
de aquellos que no solo buscan libertad sino sosiego

Qué fértil manera de emancipar los vientres
de los que luchan por las sobras de los que miran vidrieras
con hambres de mercancía hostil

Continuamos con la esperanza de saberte vivo
Continuamos  con la alegría de nuestra tierra
donde te miramos fuerte y caminante

Continuamos, amor, continuamos

Con el sol en las espaldas
que ahora sabemos contemplar
a través de tus soles patrios

Continuamos, amor, continuamos.

No cabe duda, que las tempestades arruinan voluntades
Es fácil ver por donde camino
lo visible de todo aquello que nos aleja de tus verdades

Pero ahí estás tú, mucho más presente y lleno
de nubes blancas que se asoman para abrazarnos
de nubes grises que lloran tú presencia
y de un salto nos cubre de alegría al sentirte

Continuamos, amor, continuamos

No son matices, no son los grises
los que enarbolan tu ímpetu
Son tus colores llenos de luz y presencia
es tu risa y canto que llega a mis oídos
para acunarme en el más sencillo e infantil sentimiento de amarte

Continuamos, amor, te juro, continuamos…

A veces siento que me falta la brisa de tu nombre
A veces me desvanezco en la penumbra de tu ausencia
Pero al verte en mis ojos
en los ojos de todos los hijos
vuelve las banderas a ondear el amor genuino
que me enseñaste a sentir como mío

No hay marcha atrás
Ya soy para ti, para la Patria
para la vida plena y sin prejuicios

Y continuamos, amor, continuamos...

17 de marzo de 2013

A Gaby, la hermana...



"Nunca me iré de tu vida, ni tú de mi corazón
aunque por otros caminos, nos lleve el destino
que importa a los dos

Te llevo dentro del alma, como un tatuaje de sol
y entre mis venas palpita, la llama encendida de tu corazón"
Desesperanza - María Elisa Escobar

 El 4 de julio de 2010, el imperio de nuestro país vecino del norte, celebraba 234 años de su independencia; Independencia que nos resulta HOY, y particularmente, irónica. Este mismo día fallece mi papi de Cáncer. Carmelo Antonio Gamboa Alexis, hijo de Carmito Gamboa, cuatrero, cantor, compositor; y de Carmela Alexis, hija de un francés casado con una de nuestras hijas de la Patria. Mi papi lindo, tal como llamas al tuyo, fueron muchas las enseñanzas que me diera, pero una de ellas que más recuerdo y agradezco es el amor y el fervor que sentía por nuestra música y por Venezuela.

Soy la única hija hembra de Carmito, su muñeca como me llamaba, y aún siendo toda una mujer, me serenateaba “Las Mañanitas” todos los 25 de marzo desde que tengo uso de razón. Carmito fue Adeco, Caraquista, escribía y comía con su derecha. Ésta, su muñeca, su consentida, por destinos de la vida y de enseñanza, como decía él le salió “Chavista, Magallanera y Zurda… Que vaina!” luego reía. Y es que por caminos que muchos no decidí pero se vinieron presentando, me involucré  en diversos grupos que hacía que desempeñara trabajos sociales y fue allí, en esos encuentros con gente necesitada de las cosas más básicas, y que sin embargo, no dejaban de ofrecerte los mejores cafecitos desde lo poco que tenían, se encendía poco a poco una llamita que fue creciendo y creciendo y creciendo cuando tu papá, tu papi lindo, comenzó a hablarme desde su trinchera…

Me siento tan hermana tuya Gaby y de tu hermana Rosa, que es inevitable sentir y solidarizarme ante el dolor de la despedida. Mi papi lindo y tu papi lindo ahora son más lindos, aún con sus diferencias. Carmito y yo discutíamos filosóficamente nuestras maneras de ver las cosas haciéndolas  muy enriquecedoras, pero siempre, al final, nos unía querer a Venezuela inmensamente. Ver a nuestros padres disminuirse lentamente es una imagen dolorosa, y más aún cuando sus ojitos pedían vida. No! Lo siento, a veces, todavía, soy muy terrenal: quiero verlos cantar, recitar, reír, jugar con sus niet@s, vivir. 

He sido, totalmente, poco entendida por mis familiares más cercanos y a los cuales amo profundamente porque no pueden entender el amor irracional que siento por tu papi lindo. Lo he llorado tanto tanto y más que a mi propio papi, y me he preguntado por qué? Y aún no consigo la respuesta porque no estoy para razonamientos. Lo que sé es que tu papi lindo sin saberlo (digo yo) me entendió, me brindó la oportunidad de trabajar en lo que creo, de cantar junto a él la música que más adoro, de compartir y de reírme con su espontaneidad bendita y adorada… 















Sin embargo Gaby, mi papi lindo Carmito, a pesar de sus diferencias ideológicas que tenía con su muñeca, de una manera inexplicable (lo juro por mis dos hijas), me avisó esa mañana triste del  5 de marzo de 2013 que algo venía. Esa mañana suena el despertador a las 5:30 am, como siempre, y cuando comencé a abrir los ojos para comenzar la faena como las millones de madres y mujeres de nuestro hermoso país, se presenta una imagen en mi mente que de inmediato quise borrar y cancelar, pero que hoy sigue más viva que nunca: Veo a tu padre sentado de espalda con franelilla azul  en un patio que desconozco y cuando voltea a mirarme el rostro era de tu papi lindo pero los ojitos eran del mío cuando ya partía… Siento que mi papi lindo, amándome como siempre lo hizo, vino a avisarme porque conoce y sabe mi amor, mi entrega y mi admiración profunda y eterna a tu Padre que ahora también, lo hago mío.

Sigo llorándolo junto contigo Gaby, sabes que tienes a muchas hermanas que hicieron de tu papi lindo su Padre protector y defensor, nuestro consentidor.

 Que el amor te bendiga por siempre hermana Gaby…

P.D.: Recuerdo que cuando tuve que dejar a mi primera hija muy pequeña en un maternal, mi tristeza fue tan pero tan grande que mi papi lindo me hizo entender el significado literal de la palabra "despecho". Cuando Chávez decía que amanecía enguayabao, me recordaba a mi padre cuando juntos entonábamos boleros, por eso, disfrutaba tanto a tu papi lindo como al mío... 



Indira Gamboa Correa
Caracas, 17 de marzo de 2013