16 de septiembre de 2011

LA JUSTA CÓLERA (PARTE I)


Desde pequeñas nos dicen: “Si no lo has probado no digas que no te gusta”. Esta frase la relaciono con el hecho de pasarnos la vida sin probar momentos de otro, sin vivir los contextos de otro, sin mirar a través de los ojos de otro, sin preguntar ni siquiera un “por qué” actúa, miente, ríe, canta, llora de una manera o de otra, sino que nos volvemos inquisidoras de verdades ajenas, sacerdotisas de juzgar y perdonar pecados de los cuales no somos dueñas.

Siento decirlo, pero me conmueve mucho y me solidarizo de aquellas quienes continúan alimentándose los egos que no llevarán a nada para luego redimirse con recuerdos y miserias de su pasado. Ya pasará el tiempo, y es él quien, definitivamente, juega con nuestras vendas. Papi siempre me decía: “Dale tiempo al tiempo, ya verás que todo se demuestra sin tu mover un dedo”. Bueno, la verdad es que tenía muchas razones para decir y confirmar esa frase. Somos testigos de acciones que luego se desvanecen en la memoria. 

Es hora que destapemos el frasco de los sentimientos, de los pensares con aciertos y desaciertos. No merecemos llegar a una cólera mal sana que encomiende nuestras hermosas palabras, que quizás para algunos sean caprichosas, pero llenas de amor.

Quiero acompañar estas reflexiones con un capítulo del libro “Mujeres que corren con lobos” que no es más que una reconciliación hacia nuestra identidad, hacia nuestras maneras de manifestarnos a pesar de ser agredidas, a veces e injustamente, entre homólogas.

Es la “Justa Cólera” la que nos debería unir en su justo momento. Aquí esperaré. Mientras tanto, agradezcamos palabras ofensivas y hasta regañonas. Quienes no cometemos daños a terceros es porque, antes de esgrimir cualquier calificativo, empezamos por nosotras mismas, pero para el crecimiento y la MADUREZ que asumamos y que sin duda alguna, llega tarde o temprano.  Pero aquí, levantada como todos los días, como siempre y para siempre, seguimos en la lucha: reventando corazones con el canto que nos acompaña.

Les dedico esta canción a mis queridas mujeres que gritan y se equivocan acertadamente!!!
http://www.youtube.com/watch?v=n79LFcX19Gw&feature=related
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LA JUSTA CÓLERA. 

El hecho de ofrecer la otra mejilla, es decir, de guardar silencio en presencia de la injusticia o de los malos tratos, se tiene que sopesar cuidadosamente.
 
Una cosa es utilizar la resistencia pasiva como herramienta política tal como Gandhi enseñó a hacer a las masas, y otra muy distinta que se anime u obligue a las mujeres a guardar silencio para poder sobrevivir a una situación insoportable de corrupción o de injusto poder en la familia, la comunidad o el mundo. Las mujeres sufren la amputación de la naturaleza salvaje y su silencio no obedece a la serenidad sino que es una enorme defensa para evitar unos daños. Se equivocan quienes piensan que el hecho de que una mujer guarde silencio significa siempre que ésta aprueba la vida tal como es.
 
Hay veces en que resulta absolutamente necesario dar rienda suelta a una cólera capaz de sacudir el cielo. Hay un momento —aunque tales ocasiones no abunden demasiado, siempre hay un momento— en que una tiene que soltar toda la artillería que lleva dentro. Y debe hacerlo en respuesta a una grave ofensa, una ofensa muy grande contra el alma o el espíritu. Una tiene que haber probado primero todos los medios razonables para que se produzca un cambio. Cuando todo falla, hemos de elegir el momento más adecuado. Existe sin duda un momento apropiado para desencadenar toda la cólera que la mujer lleva dentro.
 
Cuando las mujeres prestan atención al yo instintivo..., saben que ha llegado la hora. Lo saben intuitivamente y obran en consecuencia. Y es justo que lo hagan.

 Libro: Mujeres que corren con lobos
Autora: Clarissa Pinkola



1 comentario:

  1. Hola! He leído algunos de tus artículos, pero sobre todo este me ha llamado profundamente la atención.
    Soy casada con tres hijos, vivo en una pequeña urbanización de Barquisimeto. He logrado realizarme como profesional, madre y esposa pero no logro llegar a sentir la valentía de darle un paro a mi pareja y sus relaciones a escondidas. El útimo caso es una vieja amiga a quienes descubrí. He sido duramente juzgada por mis parientes y amigas más cercanas por aceptar estas cosas, aun sabiendo todo, pero vengo de una pequeña familia y presencié como mi madre se tuvo que ausentar muchas veces de la casa para poder darnos alimento, vestido. Por supuesto, tiemblo quedarme sola y tener que pasar por los malos ratos que mi madre pasó. Nosotros éramos 4 (tres varones y yo) y por supuesto tuve que ayudarla en casa con mis hermanos luego de venir de la escuela.
    Ví que este espacio es humanamente sensible ante las impresiciones que las mujeres por temor, por comodidad o como quieran que les llame, de alguna manera hace que nos veamos por igual.
    No pido consejos, pero si sería excelente que haya un espacio donde podamos reunir estas experiencias.
    Sandra

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